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Eucaristía

El fundamento de la práctica es la buena comunión. La Madre Clara ve como punto de partida y punto central de su espiritualidad la Sagrada Eucaristía. No se cansará de reflexionar y hacer reflexionar a otros al respecto:

Muchísimas veces fue el Santísimo Sacramento objeto de su amor, el tema de sus cartas y apuntes, de sus conferencias y meditaciones. Así por ejemplo le escribe a su confesor en una carta, el cinco de diciembre de 1850:

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Cada vez que recibimos la Sagrada Comunión encontramos a Jesús en el camino de nuestra vida. Allí habla con nosotras, nos consuela y enseña. Si hablamos confiadamente con el Señor, con frecuencia nos manifestará su voluntad, a veces nos encargará algo especial o nos recomendará con insistencia el cumplimiento de nuestros deberes. Por nuestra parte, a lo largo del día, debemos realizar nuestras tareas y cumplir con nuestro deber conforme a su voluntad. En todo ello nos será de gran consuelo el saber que podemos regresar a donde el Señor con la frecuencia que queramos, pues Jesús está todavía en el mismo lugar donde lo encontramos por la mañana, en nuestro corazón, en nuestra alma se ha quedado con su divinidad. Allí lo podemos encontrar continuamente, durante todo el día y a cada hora, allí podemos hablar con Él, allí podemos buscar consuelo, consejo, luz y fuerza y descanso cuando estemos agotadas. Aprovechemos esta misericordia infinita de nuestro Dios, postrémonos espiritualmente con frecuencia a sus pies, pues Él nos espera en el lugar donde nos habló en la mañana para ofrecernos en todo su mano servicial. (Madre Clara. Meditación del 23 de octubre de 1846.)

“Hoy por la mañana después de la comunión pensaba que nosotros, yo con toda seguridad, no tenemos suficientemente en cuenta lo que le ha costado al Señor prepararnos este precioso Pan; cómo además ha entregado toda su Sangre y como ha querido convertirse en un granito de trigo molido y triturado. Sí, este Pan ha sido preparado con un amor y sufrimiento infinito para convertirse en nuestra alegría y dulzura”. (La Madre Clara Fey del Niño Jesús Pobre y su fundación. 1815 – 1894. Otto Pfülf S.J. Pág 90)

Cada una de nosotras, con toda seguridad a la pregunta: ‘¿Qué recompensa esperas?’ contestará de todo corazón: ‘Señor, si te tengo a ti lo tengo todo’. Ciertamente ninguna de nosotras esperará o deseará algo diferente y es el mismo Señor el que lo dice: ’¡Yo soy tu recompensa!’ Sólo tenemos que acostumbrarnos, si queremos lograr esa recompensa, a encontrar al Señor en todo… Especialmente tenemos que encontrar al Señor en el Santísimo Sacramento pues allí reina de una manera inefable pero maravillosa. Si nos acostumbramos a trabajar siempre así con Él, en la presencia de Dios, Dios se dignará ser nuestro amigo y jefe… Especialmente en el convento hay que esforzarse por partir siempre del núcleo. Este núcleo, el punto céntrico, es Jesús en el Santísimo Sacramento. (Madre Clara. Conferencia a sus hermanas. 8 de septiembre de 1850)

La Madre Clara resulta muy insistente y hasta repetitiva al referirse al tema del recogimiento para recibir la Sagrada Eucaristía. Pero de todas formas diferencia tres momentos:

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1º. Antes de recibir la Eucaristía: esto es la noche anterior, el tiempo lejano y no el inmediato propone que la preparación sea con recogimiento y motivación hacia la Eucaristía que se recibirá.

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2º. En el momento mismo de la comunión: Nos pide que inmediatamente antes tomemos conciencia que vamos a recibir a Jesús mismo que se hace Pan, anhelandolo. En el acto mismo de comulgar lo hagamos con total recogimiento y ofreciendo la comunión. Y apenas hemos comulgado seamos muy agradecidas por haberlo recibido y pensemos ¿cómo voy a comulgar mañana?

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3º. Después de haber comulgado: es decir, en el resto del día, no olvidarnos del huésped que llevamos dentro.

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